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lunes, 22 de abril de 2013

Los Cinco Sabores de los Alimentos

Salado: El sabor salado estimula la digestión, realzando el sabor de los alimentos, iniciando el flujo de la saliva y de los jugos estomacales. Sin embargo, si se usa en exceso, los otros sabores quedan superados y todo forma parte del mismo gusto.
La sal se fija en las moléculas de agua haciendo más pesados los tejidos. El exceso de sal “desata” los líquidos produciendo hipertensión; puede producir inflamaciones de la piel, acné y exceso de calor.
Si abusamos de la sal, para percibirla necesitamos añadir cada vez más; por eso los alimentos salados se asocian con las ansias y los deseos compulsivos.

Ácido-Agrio: Es el sabor de los limones, el yogurt, los tomates, el vinagre y las frutas ácidas. Al igual que el salado, en pequeña cantidad estimula la digestión y potencia los sabores de la comida. Resulta refrescante comer alimentos ácidos, pero su exceso aumenta la sed y puede llevar a la retención de líquidos. Los ácidos estimulan secreciones biliares, por lo que ayudan a digerir las grasas.
Los sabores agrios agudizan el ingenio y el intelecto, pero su exceso puede “agriar el carácter”, produciendo resentimiento y envidia.
El exceso de alimentos ácidos puede agravar las úlceras, la acidez estomacal, la acidez en la sangre y la irritación de piel y mucosas.

Amargo: Es el sabor de las verduras amargas (endibia, achicoria, escarola, alcachofas, pepinos, diente de león), de la corteza de los limones, de las verduras de hoja verde en general, del agua tónica y de los alimentos tostados en exceso.
El amargo es un sabor tonificante. Neutraliza las ansias del dulce, del agrio y del picante. Lo amargo estimula el paladar, pero no lo satisface, pone en marcha las digestiones lentas.
Tonifica los tejidos, ayuda a eliminar los tóxicos y es refrescante en casos de fiebre, inflamaciones, acaloramientos o escozores.
En exceso, el amargo puede llevar a la inapetencia, pérdida de peso, dolores de cabeza, inestabilidad, piel seca y sensación de debilidad.
El exceso de amargos se asocia a sentimientos amargos con una gran insatisfacción y frustración.

Dulce: Es el sabor de azúcar, la miel, el arroz, el trigo, las cebollas, las calabazas, las zanahorias, el mijo, las frutas dulces, la leche… El dulce es el sabor más satisfactorio y está asociado a los alimentos más nutritivos.
El sabor dulce es sedante y alivia la sed. Calma el humor excitado e inquieto.
En exceso produce frío y pesadez; embota, torna la mente torpe y somnolienta, conduce al sobrepeso y a la congestión y produce mucosidades. Del exceso de dulce provienen la complacencia, la codicia y la dependencia emocional.

Picante: Es el sabor de los pimientos picantes y de las guindillas, del jengibre, los nabos y rábanos, los ajos, las cebollas y de la cayena.
Los picantes producen una sensación inmediata de ardor y sed. Calientan el cuerpo, estimulan el movimiento y la salida de fluidos. El sudor, la saliva, el moco y la sangre empiezan a correr cuando se presenta un sabor picante. También se estimula la salida de los líquidos digestivos, por lo que potencian la digestión. Tomar una infusión de jengibre antes de las comidas, facilita la digestión de los estómagos más perezosos.
El sabor picante es desincrustante, abre los tejidos y los limpia. Es muy útil en los casos de bronquitis, asma y secreciones sebáceas de la piel.
En exceso, lo picante se convierte en dolor: comer una guindilla provoca hinchazón en los labios y los ojos, ardores en la piel y un sudor caliente.
El picante estimula y excita el cuerpo, pero en exceso lo irrita. Igualmente es válido para las emociones. El humor punzante es vigorizante, pero también puede ser agresivo. Las personas excitables y extrovertidas ya tienen una inclinación hacia lo punzante; si exageran más, se vuelven febriles.

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