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sábado, 12 de octubre de 2024

La Danza de la Democracia con el Despotismo Digital

Cómo la tentación tecnocrática 
convierte las soluciones de silicio 
en control social

Examinemos el corazón palpitante y crudo de las crisis de gobernanza actuales. Los movimientos populistas, los llamados "perturbadores" del status quo, no son simplemente erupciones aleatorias de descontento público; son la reacción inevitable contra un sistema político que ha fracasado de manera flagrante en sus funciones.
Estos movimientos, que se alimentan del miedo y la división, ponen de relieve no sólo una grieta sino un abismo en la confianza pública, una brecha tan amplia que plantea la pregunta: ¿se trata de un caos orquestado o es simplemente un torpe tropiezo hacia una nueva oligarquía vestida de tecnócrata?


Piensen en esto: mientras la democracia se tambalea, sin poder encontrar relevancia, ¿no estamos presenciando el escenario que se está preparando para una toma de poder tecnocrática? Imaginen un futuro en el que su "voto" tenga el mismo impacto que un "me gusta" en el último tuit de un ejecutivo corporativo sobre políticas.
Aquí, los titanes de la industria y los políticos experimentados se fusionan en una bestia híbrida que promete eficiencia, pero ¿a costa de qué? De su voz, de su elección, de su democracia.

La tecnocracia, disfrazada de pericia y eficiencia, promete resolver problemas con la precisión de un cirujano. Pero no seamos ingenuos: no se trata de resolver problemas, sino de controlarlos.

Cuando Estados Unidos coqueteó con la idea a través de su Iniciativa de Empleos en la Industria Manufacturera, no se trataba sólo de obtener información; era una prueba de un modelo de gobernanza en el que las decisiones se toman en las salas de juntas, no en las urnas. En este caso, el "método científico" se convierte en un pretexto para la autocracia, en la que las decisiones son tan estériles y carentes de toque humano como un algoritmo.

El ethos tecnocrático presupone que quienes están en la cima, esos supuestos expertos, actuarán en beneficio del público, pero la historia se burla de esa idea. Tomemos como ejemplo el Partido Comunista Chino, un ejemplo perfecto de gobierno tecnocrático. ¿Eficiencia? Sin duda, pero ¿a qué precio? La libertad, el disenso y la individualidad quedan aplastados bajo el disfraz de la unidad y el progreso. Aquí es donde entra en juego el cinismo: si la eficiencia es la medida del éxito, entonces tal vez todos deberíamos aspirar a ser tan "exitosos" como los zánganos en una colmena.
Y luego está Singapur, a menudo presentado como el ejemplo perfecto de la tecnocracia. Sí, es limpio, es rico, es avanzado. Pero si se le quitan las capas, ¿qué se encuentra? Una sociedad donde la riqueza del debate público es suplantada por la esterilidad del consenso impuesto. Aquí, el gobierno actúa más como una entidad corporativa, donde la opinión pública es una mera formalidad, no una base.

Aquí estamos, a la sombra de los ecos de la Gran Depresión, donde la idea de la tecnocracia encontró por primera vez un terreno fértil. Si avanzamos rápidamente hasta hoy, no sólo estamos coqueteando con la tecnocracia; estamos a punto de casarnos con ella, impulsados por la misma desilusión con la ineptitud política. Pero no seamos románticos con esta unión.
El atractivo histórico de la tecnocracia, esa idea de reemplazar a los políticos torpes por la eficiencia impecable de los científicos e ingenieros, siempre vuelve como un mal hábito en tiempos de crisis. Pero piénsenlo: ¿estamos considerando realmente entregar las riendas del poder a los Zuckerberg y Musk del mundo porque nuestros líderes actuales no pueden aprobar leyes sin convertirlas en un circo?

Analicemos esto con ojo crítico. Los Koch y los Zuckerberg de nuestra era, a través de sus opacas sociedades de responsabilidad limitada y sus fondos ilimitados, no sólo susurran en los oídos de los políticos; prácticamente están escribiendo el guión. No se trata de una mera influencia; es un golpe suave de la élite tecnocrática, que pasa por alto el proceso democrático bajo el pretexto de la "eficiencia" y la "resolución de problemas".
Ahora bien, consideremos las implicaciones: cuando recurrimos al sector privado, a estos titanes de la industria, para que nos den la gobernanza, ¿qué estamos pidiendo realmente? Eficiencia, sí, pero ¿a qué precio? La democracia prospera gracias al debate, la diversidad y, a veces, un delicioso caos. La tecnocracia, en cambio, opera con algoritmos y resultados.

Cuando Elon Musk propone una solución, es brillante, es elegante, pero la política no se trata sólo de soluciones; se trata de consenso, de navegar por el desorden humano que ninguna IA o algoritmo puede comprender o gestionar por completo.
Aquí es donde la teoría económica contraataca: en una tecnocracia, las decisiones son económicas, no políticas. Tienen que ver con optimizar los recursos, no con optimizar el bienestar humano. Cuando los líderes de la industria asumen el control, sus soluciones pueden verse muy bien en un estado de resultados, pero podrían ignorar las necesidades matizadas de una población diversa.
Y pongamos un poco de cinismo en esto: estos tecnócratas, con sus imperios tecnológicos e iniciativas multimillonarias, no sólo están jugando a hacer políticas; están creando un mundo en el que su dominio económico se traduzca en poder político. ¿Estamos preparados para vivir en una sociedad en la que las decisiones de unos pocos en las juntas directivas dicten la vida cotidiana de la mayoría?

La tecnocracia es una bestia fundamentalmente diferente, que muy bien podría devorar los principios de representación y escupir un modelo de gobierno corporativo simplificado, pero sin alma. ¿Estamos preparados para hacer ese trato o deberíamos luchar para corregir las fallas democráticas que hacen que la tecnocracia parezca una ruta de escape atractiva?

El escepticismo hacia la tecnocracia no se trata sólo de temer al cambio, sino de reconocer patrones que podrían conducir a una consolidación de poder sin precedentes.
La idea de que la tecnocracia podría eliminar la propiedad privada bajo el pretexto de la eficiencia o la gestión económica no es sólo un temor teórico; tiene sus raíces en ejemplos históricos en los que el control central sobre los recursos económicos condujo a una reducción significativa de las libertades individuales.

La Comisión Trilateral, con su enfoque en la integración de políticas entre continentes, de hecho presenta una fachada de mejora de la gobernanza democrática, pero su enfoque de "gestionar" la democracia al sugerir una reducción de sus excesos puede ser visto como un movimiento hacia un control más autocrático.

Profundicemos en las implicaciones de este cambio tecnocrático:
• Control económico: si los tecnócratas deciden la distribución de los recursos, ¿qué sucede con el espíritu emprendedor, la innovación o incluso la ambición personal? La noción de renta básica universal, si bien en la superficie brinda seguridad, también podría verse como una herramienta de control. Cuando el sistema satisface tus necesidades básicas, ¿con qué libertad puedes oponerte a él?

• Vigilancia y datos: el escenario en el que empresas como Google o Amazon se convierten en parte integral de la vida cotidiana no se trata solo de conveniencia; se trata de vigilancia. Los datos que recopilan podrían, en teoría, usarse para predecir, influir y controlar el comportamiento. Aquí, la tecnocracia no solo gobierna; monitorea, predice y potencialmente manipula.

• Títeres políticos: La idea de que los políticos podrían ser ya "idiotas útiles" en un sistema tecnocrático donde las decisiones las toman expertos no electos o entidades corporativas pone en entredicho la esencia misma de la democracia representativa. De ser cierta, las elecciones se convertirían en meras formalidades, no en expresiones de la voluntad pública, sino en validaciones de opciones preseleccionadas por las élites tecnocráticas.

Esta tecnocracia en expansión, en la que las empresas tecnológicas y los organismos no electos tienen potencialmente más influencia sobre la vida cotidiana que los funcionarios electos, pinta un panorama de un nuevo orden mundial. Es un mundo en el que la eficiencia y el avance tecnológico pueden darse a costa de la privacidad, la libertad y la participación democrática.

La pregunta crítica entonces es: ¿estamos dispuestos, como sociedad, a cambiar el desorden de la democracia por la eficiencia simplificada, aunque potencialmente desalmada, de la tecnocracia? ¿O podemos encontrar un equilibrio en el que la tecnología sirva a la humanidad sin gobernarla, en el que la innovación prospere junto con la privacidad y los derechos individuales? Este debate no es sólo para los teóricos de la conspiración, sino para cualquiera que esté preocupado por la trayectoria futura de la gobernanza global.

Fuente: A Lily Bit

domingo, 6 de octubre de 2024

El Triunfo de las Patrias Chicas

«El 98 fue una crisis panhispánica que afectó y afecta a las naciones que surgieron tras el estallido de la Monarquía hispánica, a un lado y otro del Atlántico»

Homenaje a Manuel Baldomero Ugarte


La expresión Patria Grande para referirse a la gran nación que debió surgir en la América hispana, pero no lo hizo, comenzó ser utilizada por el rioplatense José Gervasio Artigas (1764-1850). En Uruguay se le rinde homenaje como héroe nacional, a pesar de que él nunca consideró la banda oriental como un país independiente. Recordemos que el nombre completo del nuevo país surgido del proyecto fallido de las provincias unidas era Estado Oriental del Uruguay. Sin embargo, quien realmente popularizó el sintagma Patria Grande fue el argentino Manuel Baldomero Ugarte (1875-1951) con un libro que se llama así, La patria grande. Socialista, poeta modernista y diplomático, Ugarte es uno de los intelectuales hispanoamericanos que reacciona vigorosamente ante la guerra entre España y Estados Unidos y sus nada imprevisibles consecuencias para la América hispana o Latinoamérica, que también puede así nombrarse, buscando una vaguedad geográfica imposible o como Iberoamérica, aunque no se agota ahí el tremedal de nombres con que esta parte del mundo muestra su dolorida relación consigo misma. Lo trataremos en el segundo artículo.

Lo que llama la atención aquí, sin embargo, no es esta reacción tardía y ya inútil sino la miopía de una clase intelectual que no vio, medio siglo atrás, ante la inmensa derrota mexicana en 1848, lo que se venía encima como consecuencia del triunfo de las patrias chicas. El haber convertido la historia común en un revoltijo de piezas dispersas impide comprender que la derrota de España en 1898 es la consecuencia inmediata de la derrota mexicana en 1845. El triunfo de los AMLOs y Sheinbaum ha sido completo y perfecto, y así vamos, de derrota en derrota.

Hay que colocarse mentalmente en ese momento que aquí, en lo que queda de España, llamamos la crisis del 98, una crisis que relacionamos erróneamente con la Generación del 98, etiquetada con el mismo año y acontecimiento histórico, aunque aquella guerra no interesó ni poco ni mucho ni nada a estos autores. Es la puesta de largo del «tema de España», al menos oficialmente, pero como señala Pedro Pascual Martínez en un artículo magnífico que lleva por título La inexistente crisis institucional y finisecular del 98 en España, tras reunir cientos de fichas bibliográficas sobre publicaciones que trataban de aquella guerra, resulta que «ni una de ellas lleva la firma de los componentes de la Generación del 98». Dicho en otros términos, la secuencia «crisis del 98-Generación del 98-tema de España» es completamente equivocada y artificial. No obstante, así aparecía en los libros de texto del franquismo y luego en los tiempos optimistas de Mecano, que son los de mi mocedad, y me temo que sigue apareciendo.

Esta ceguera, este espíritu de campanario, este catetismo como política de Estado es alimentado por los sucesivos AMLOs que con distintos disfraces nos han gobernado con ínfulas de conductores de pueblos, de Castro a Pinochet. Ahora ocupa el puesto Sheinbaum. Estos salvapatrias son el resultado de haber intentado remendar un Estado con graves defectos de construcción con caudillos libertadores y redentoristas. Allí y aquí. En España también los hemos tenido y los tenemos, porque nunca ha pasado nada allí que no pase aquí y viceversa. Lo grave en México ahora mismo no es la última ocurrencia de esta señora sino la erosión que sus instituciones democráticas están sufriendo, como lo están haciendo las nuestras, en un juego de espejos que quizás solo el realismo mágico pueda explicar.

Desde el primer momento, ante el fracaso colosal que supusieron los procesos de independencia, hubo que transformar en santos libertadores a quienes provocaron no solamente la balcanización de la América hispana sino su endeudamiento a perpetuidad. Nadie piense que aquí se está afirmando que el problema surgió de haberse independizado los americanos y que si no lo hubieran hecho todo hubiera sido vivir en Jauja. No, esto no es tan sencillo. Los americanos hicieron muy requetebién en independizarse porque lo que había en España iba mucho más allá del delirio, por usar las palabras de Granés.

Aquí hubo un rey que vendió sus reinos europeos y americanos por 500 millones de reales a un invasor extranjero y que luego fue repuesto en el trono tras la derrota del enemigo en una guerra tan inconcebible y desigual que tuvo que inventar las guerrillas, a falta de clase dirigente que asumiera sus funciones. Porque Fernando VII no estaba solo en el mundo sino rodeado de muchos que no eran precisamente los más pobres del país. Los ingleses fueron a la guerra contra el francés tras sus élites que mandaban y dirigían la lucha; los españoles, no. Luego hubo que tragarse a Fernando VII, que ya es tragar, y a una clase dirigente que primero se puso al servicio de los franceses y después regresó para ocupar los mismos puestos destacados que habían tenido, posición desde la que destrozaron un proyecto constitucional tras otros con la ayuda de los franceses y encima se dedicaron a convertir el afrancesamiento en marchamo de modernidad. Hay todavía algún indocumentado que repite este mantra, como si no hubieran existido los Cien Mil Hijos de San Luis. Por lo tanto, el delirio estaba aquí y sigue estando. Si los españoles hubieran podido en aquel tiempo independizarse de sí mismos lo hubieran hecho. Como ahora.

El asunto no es que los americanos se independizaran sino que se balcanizaron y todavía hoy no saben el motivo. Ya se encargan los Sheinbaum de turno de distraer a la parroquia para que no se pregunten por las causas profundas que llevaron a esta anomalía. Porque es una anomalía y como tal la han visto desde Ugarte a Rubén Darío pasando por Trotsky, a pesar de que la tendencia centrífuga ha permanecido invencible durante dos siglos. Este es el toro que hay que lidiar. A ver si se puede con gobernantes a lo AMLO al frente de país más grande que habla español.

Para tapar la corrupción delirante, la incapacidad política y otros adornos que podrían mentarse hubo que transformar la leyenda negra en política de Estado de las nuevas repúblicas, pues solo así pudo su clase dirigente ocultar su ineficacia y vamos a usar solo la palabra ineficacia por benevolencia. AMLO lo ha hecho a manos llenas en México, hasta niveles delirantes. Todos los territorios americanos se separan de sus matrices europeas y todos permanecen unidos. Y no solo permanecen unidos sino que aumentan su extensión: Brasil, Estados Unidos y Canadá. Sólo los que habían sido parte de la Monarquía hispana se fragmentan y de qué modo. Y no solo se fragmentan sino que pierden miles de kilómetros cuadrados. El caso más escandaloso es el de México (¿casualidad?), que se deja más de la mitad del territorio en el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. También es notable el crecimiento de Brasil a expensas de sus vecinos.

¿De quién liberan los libertadores? ¿Y a quién someten? ¿El culto oculta algo?

Hasta que no esté en los libros de texto y se enseñe a la población alfabetizada cómo se pasa de una unidad territorial preexistente y el superávit a la balcanización extrema (dos decenas de repúblicas) y el endeudamiento perpetuo, todos los teóricos de la Patria Grande trabajan en el vacío y por mucho idealista voluntarioso que surja desde la Tierra de Fuego al Río Grande, no hay nada que hacer. O se levantan las alfombras y se abren las habitaciones cerradas a cal y canto, aquí y allí, o no hay más futuro que el tercermundismo, la debilidad política, la insignificancia internacional y al cantonalismo delirante. Ustedes mismos.

Fuente: The Objetive

Autor: Elvira Roca Barea

domingo, 29 de septiembre de 2024

Engañados por la Propaganda

Aquí estamos, asediados por todos los frentes por una incesante avalancha de propaganda. Algunos afirman que se trata de una sobrecarga de información, pero es un ataque a nuestra soberanía cognitiva, que conduce a las masas a un estado de capitulación mental.

En esta era, donde cada emisor de información tiene una agenda, la mente perspicaz debe fortificarse con el escepticismo como su baluarte. Este escudo no es sólo defensivo; es su último bastión de autonomía en un mundo donde cada narrativa tiene como objetivo secuestrar su razón para sus propios fines.

Entonces, ¿tienes un mensaje en el que crees? Si tu objetivo es influir en aquellos de nosotros que aún nos atrevemos a cuestionarlo, entonces basta de cámaras de eco donde tus ideas rebotan sin oposición. Dirigirte sólo a aquellos que asienten con la cabeza no es defensa de derechos; es cobardía intelectual. No estás cambiando mentes; solo estás inflando tu propio eco.

He aquí una idea novedosa: invite al escrutinio. Deje que aquellos con intelecto se atrevan a diseccionar sus propuestas. Es en el crisol de la crítica donde se forja la verdadera solidez. Si su argumento no resiste el fuego, tal vez no valga la pena aferrarse a él.

Y seamos claros: descartar a los pensadores críticos por desinformados u obstinados porque no comparten nuestros sentimientos ni dedican su vida a nuestra causa no es sólo arrogancia, sino también una ineptitud estratégica. Nosotros, los pensadores críticos, no somos nuestros adversarios, somos la prueba de fuego de la validez de nuestras afirmaciones.

Piensen en esto: si dedicáramos nuestras vidas a cada causa que llamara a nuestra puerta con un panfleto y una petición, estaríamos tan dispersos que seríamos transparentes. Elegimos nuestras batallas y sí, exigimos pruebas, no lugares comunes. En un mundo donde todos, desde el predicador de la esquina hasta la corporación multinacional, cuentan historias para su propio beneficio, ¿por qué deberíamos ofrecer nuestra confianza en bandeja de plata?

Ustedes lo llaman confianza; yo lo llamo credulidad en una época en la que la información se utiliza como arma. Si su narrativa se desmorona ante el cuestionamiento, tal vez sea hora de cuestionar la narrativa misma, en lugar del intelecto de quienes dudan. Recuerden que, en el mercado de las ideas, sólo las ideas que sobreviven al escrutinio intelectual más brutal merecen prosperar.

domingo, 23 de junio de 2024

Fundaciones: Instrumentos de Poder de la Casta Adinerada

Todos conocemos las fundaciones: científicas, religiosas o culturales, de protección de la naturaleza y los animales o simplemente benéficas. ¿Sabía usted que las fundaciones también pueden valer miles de millones y, por tanto, ser muy poderosas?



La fundación más rica del mundo es probablemente la danesa Novo Nordisk, con activos estimados en unos 73.000 millones de dólares. Está especializada en tratamientos médicos e investigación.
Como dice el refrán: el dinero rige al mundo.
En otras palabras: el dinero significa poder. Por eso es importante observar de cerca cómo utilizan su dinero las fundaciones millonarias.

Crear una supuesta fundación benéfica puede ser la jugada ideal para ejercer poder, por un lado, y darse un barniz de caridad y desinterés, por otro. Thomas Röper, operador del portal crítico con los medios Anti-Spiegel, revela en su libro Inside Corona cómo funciona esto y qué motivos ocultos se suelen perseguir al crear fundaciones y ONG´s.

Propósito 1: La fundación como medio de ahorrar impuestos
Supongamos que usted tiene una gran empresa que obtiene beneficios millonarios o multimillonarios. Entonces también tendría que pagar millones (o incluso miles de millones) en impuestos, y eso no le gusta. ¿Qué hacer? Muy sencillo: Usted crea una fundación y transfiere su patrimonio a ella. La fundación está exenta de impuestos y usted se ahorra millones o incluso miles de millones en impuestos que de otro modo tendría que pagar cada año.

El inconveniente es que el dinero ya no le pertenece a usted, sino a la fundación. Sin embargo, esto no es un problema, porque lo importante no es quién posee el dinero, sino quién está autorizado a disponer de él. Un ejemplo: Si usted quiere irse de vacaciones a las Maldivas, ya no se trata de unas vacaciones, sino de un viaje de estudios o de negocios para promover el entendimiento internacional, y la fundación paga el viaje.

En la vida real, Bill Gates, George Soros, Rockefeller y todos los demás benefactores han hecho exactamente eso. Eluden impuestos y utilizan su dinero para influir políticamente.

Propósito 2: Aumentar el patrimonio a través de la fundación
Las fundaciones no sólo pueden ahorrar dinero, ¡también pueden aumentarlo!

Thomas Röper utiliza dos ejemplos destacados para mostrar cómo se hace esto:
1. la Fundación Bill y Melinda Gates Esta fundación se creó en 1999 y en 2001 tenía activos por valor de unos 55.000 millones de dólares. Según Thomas Röper, en 2021 era de casi 130.000 millones de dólares, ¡más del doble! Así que no importa cuánto dinero gaste la fundación en fines benéficos, el dinero no disminuye, sino que aumenta.

En el libro Inside Corona se revela un ejemplo concreto de cómo la fundación utilizó su dinero durante la crisis del coronavirus: Cuando Bill Gates compró acciones de la pequeña y desconocida empresa BioNTech en 2019, los medios de comunicación dijeron que Bill Gates estaba apoyando financieramente a una empresa prometedora.
Eso es absurdo; fue una inversión y no una donación como sugirieron los informes de los medios. Cuando alguien compra acciones, no es un donante, sino un inversor que apuesta a que la empresa obtendrá beneficios en el futuro y que los precios de las acciones subirán.

Y cuando Bill Gates donó 100 millones a la UE en una conferencia de donantes en mayo de 2020, se trataba de puras relaciones públicas, porque Bill Gates sabía que una proporción muy grande del total de 7.400 millones volvería a él porque Pfizer y BioNTech recibirían una gran parte de este bote, y Bill Gates tiene una participación en ambas empresas.

Ahora sabemos que BioNTech y Pfizer se llevaron la mayor parte del dinero. Es más, la UE anunció en mayo de 2021 que sólo compraría vacunas a BioNTech/Pfizer y también anunció un pedido de 1.800 millones de dosis de vacunas. Al precio estimado de algo menos de 20 dólares por dosis de vacuna, la UE está transfiriendo 36.000 millones de dólares a Pfizer y BioNTech.

También se pueden donar 100 millones de antemano por razones de relaciones públicas, hace buena prensa y el dinero vuelve de todos modos. También hay que añadir aquí que la mayor parte de estos 7.400 millones de euros, que fueron a parar a las empresas de vacunas para el desarrollo de vacunas, consistió en dinero de los contribuyentes. En otras palabras, ¡la supuestamente caritativa Fundación Bill y Melinda Gates se ha beneficiado del dinero de los contribuyentes!

Open Philanthropy. Esta ONG fue fundada por el empresario informático y multimillonario estadounidense Dustin Moskovitz y su esposa Cari Tuna. Aunque el objetivo de Open Philanthropy – (Open Phil para abreviar)- es donar de la forma más eficaz posible; sus activos han crecido de forma asombrosa, pasando de unos 8,1 millones de dólares estadounidenses en 2014 a casi 28.000 millones de dólares estadounidenses en la actualidad (a partir de 2021).
Esta ONG es también un ejemplo de libro de texto de cómo aumentar tu propio capital y seguir pareciendo un benefactor.

En 2019, Open Philanthropy tuvo una buena idea y, en enero de 2019, facilitó la fundación de una empresa llamada Sherlock Biosciences. Open Philanthropy es el principal inversor de la empresa y también ha realizado una donación de 17,5 millones de dólares.

El objetivo de la donación en enero de 2019 era apoyar el desarrollo de una plataforma de diagnóstico para identificar todos los virus presentes en una muestra de paciente. La inversión y la donación dieron sus frutos, ya que Sherlock fue la primera empresa en recibir la aprobación para una prueba basada en CRISPR para Covid-19 en Estados Unidos en 2020.

Open Philanthropy había garantizado el éxito del proyecto presionando al Senado estadounidense. Así que ya ves que las donaciones deben apoyar las inversiones para que sean rentables.
Se presiona a favor de un tema, se dona dinero para la investigación, se hace lobbyismo a favor y, al mismo tiempo, se tiene una participación en las empresas que luego ganan dinero con ello. Esto es lo que parece cuando los filántropos ponen su dinero en fundaciones para luego generosamente salvar el mundo.

Como podemos ver, también en este caso se utilizó el dinero de los contribuyentes para lucrarse, ya que los costes de las pruebas fueron pagados en última instancia también por la población de EE.UU. La práctica descrita deja al descubierto por fin la fea cara de las llamadas organizaciones sin ánimo de lucro.

También se plantea la cuestión de si Open Phil sabía exactamente lo que estaba haciendo cuando empezó a invertir en el desarrollo de la mencionada plataforma de diagnóstico, ahora conocida como la prueba Covid-19. La pregunta no sale de la nada, ya que Open Phil tuvo esta gloriosa idea poco menos de un año antes de que se declarara la pandemia de coronavirus.
Este movimiento aparentemente clarividente recuerda sospechosamente al Evento 201, el juego de simulación que predijo la pandemia de coronavirus unas semanas antes de que se declarara. Y es difícil de creer: ¡Open Phil también participó aquí como colaborador!

Los acontecimientos descritos muestran sólo una parte de la realidad y arrojan una oscura sombra sobre los súper ricos caritativos. Ellos han llevado a Thomas Röper a no hablar ya de filántropos, es decir, de filántropos, sino de oligarcas. Porque según la definición, los oligarcas son personas que ejercen el poder junto con otras pocas a través de su poder económico. Y esto es claramente cierto en el caso de Bill Gates, Dustin Moskovitz, George Soros y compañía, si se siguen las explicaciones de Thomas Röper: Sus fundaciones no son benéficas o sin ánimo de lucro, sino todo lo contrario, sofisticados instrumentos para la expansión del poder y la riqueza.