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domingo, 29 de septiembre de 2024
Engañados por la Propaganda
Aquí estamos, asediados por todos los frentes por una incesante avalancha de propaganda. Algunos afirman que se trata de una sobrecarga de información, pero es un ataque a nuestra soberanía cognitiva, que conduce a las masas a un estado de capitulación mental.
En esta era, donde cada emisor de información tiene una agenda, la mente perspicaz debe fortificarse con el escepticismo como su baluarte. Este escudo no es sólo defensivo; es su último bastión de autonomía en un mundo donde cada narrativa tiene como objetivo secuestrar su razón para sus propios fines.
Entonces, ¿tienes un mensaje en el que crees? Si tu objetivo es influir en aquellos de nosotros que aún nos atrevemos a cuestionarlo, entonces basta de cámaras de eco donde tus ideas rebotan sin oposición. Dirigirte sólo a aquellos que asienten con la cabeza no es defensa de derechos; es cobardía intelectual. No estás cambiando mentes; solo estás inflando tu propio eco.
He aquí una idea novedosa: invite al escrutinio. Deje que aquellos con intelecto se atrevan a diseccionar sus propuestas. Es en el crisol de la crítica donde se forja la verdadera solidez. Si su argumento no resiste el fuego, tal vez no valga la pena aferrarse a él.
Y seamos claros: descartar a los pensadores críticos por desinformados u obstinados porque no comparten nuestros sentimientos ni dedican su vida a nuestra causa no es sólo arrogancia, sino también una ineptitud estratégica. Nosotros, los pensadores críticos, no somos nuestros adversarios, somos la prueba de fuego de la validez de nuestras afirmaciones.
Piensen en esto: si dedicáramos nuestras vidas a cada causa que llamara a nuestra puerta con un panfleto y una petición, estaríamos tan dispersos que seríamos transparentes. Elegimos nuestras batallas y sí, exigimos pruebas, no lugares comunes. En un mundo donde todos, desde el predicador de la esquina hasta la corporación multinacional, cuentan historias para su propio beneficio, ¿por qué deberíamos ofrecer nuestra confianza en bandeja de plata?
Ustedes lo llaman confianza; yo lo llamo credulidad en una época en la que la información se utiliza como arma. Si su narrativa se desmorona ante el cuestionamiento, tal vez sea hora de cuestionar la narrativa misma, en lugar del intelecto de quienes dudan. Recuerden que, en el mercado de las ideas, sólo las ideas que sobreviven al escrutinio intelectual más brutal merecen prosperar.
En esta era, donde cada emisor de información tiene una agenda, la mente perspicaz debe fortificarse con el escepticismo como su baluarte. Este escudo no es sólo defensivo; es su último bastión de autonomía en un mundo donde cada narrativa tiene como objetivo secuestrar su razón para sus propios fines.
Entonces, ¿tienes un mensaje en el que crees? Si tu objetivo es influir en aquellos de nosotros que aún nos atrevemos a cuestionarlo, entonces basta de cámaras de eco donde tus ideas rebotan sin oposición. Dirigirte sólo a aquellos que asienten con la cabeza no es defensa de derechos; es cobardía intelectual. No estás cambiando mentes; solo estás inflando tu propio eco.
He aquí una idea novedosa: invite al escrutinio. Deje que aquellos con intelecto se atrevan a diseccionar sus propuestas. Es en el crisol de la crítica donde se forja la verdadera solidez. Si su argumento no resiste el fuego, tal vez no valga la pena aferrarse a él.
Y seamos claros: descartar a los pensadores críticos por desinformados u obstinados porque no comparten nuestros sentimientos ni dedican su vida a nuestra causa no es sólo arrogancia, sino también una ineptitud estratégica. Nosotros, los pensadores críticos, no somos nuestros adversarios, somos la prueba de fuego de la validez de nuestras afirmaciones.
Piensen en esto: si dedicáramos nuestras vidas a cada causa que llamara a nuestra puerta con un panfleto y una petición, estaríamos tan dispersos que seríamos transparentes. Elegimos nuestras batallas y sí, exigimos pruebas, no lugares comunes. En un mundo donde todos, desde el predicador de la esquina hasta la corporación multinacional, cuentan historias para su propio beneficio, ¿por qué deberíamos ofrecer nuestra confianza en bandeja de plata?
Ustedes lo llaman confianza; yo lo llamo credulidad en una época en la que la información se utiliza como arma. Si su narrativa se desmorona ante el cuestionamiento, tal vez sea hora de cuestionar la narrativa misma, en lugar del intelecto de quienes dudan. Recuerden que, en el mercado de las ideas, sólo las ideas que sobreviven al escrutinio intelectual más brutal merecen prosperar.
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