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lunes, 27 de octubre de 2014

Comprendiendo la Sincronicidad

«Cuando el alumno esté preparado, el maestro vendrá.» Este antiguo proverbio chino describe una idea básica en el pensamiento oriental: la conexión entre la psique humana y los acontecimientos externos, entre el mundo interior y el mundo exterior. La sincronicidad, definida por Carl Gustav Jung como una “coincidencia significativa”, es uno de los modos en que esta conexión se expresa en nuestras vidas diarias. El pensamiento oriental ha estudiado la conexión fundamental entre nosotros y los demás, entre nosotros y el universo, la realidad esencial, y le ha dado el nombre de Tao. Para aquellos que han experimentado el poder de los acontecimientos, sueños y encuentros que parecen entrañar un sentimiento que trasciende su apariencia, puede ser una ventana hacia un universo más vasto y completo que el mundo del razonamiento lógico y los hechos concretos.

Podemos comprender inmediatamente la sincronicidad cuando observamos cómo opera en nuestra vida cotidiana. Además de conferir un sentido a los hechos cotidianos, el concepto de sincronicidad puede procurarnos nuevas perspectivas respecto a ciertas ideas. Por ejemplo, el I Ching es un método oracular en el que un interrogante produce deliberadamente una “lectura” por medio de la sincronicidad, que entonces guía las acciones o actitudes apropiadas a ese momento y situación. La sincronicidad arroja luz en la investigación parapsicológica, que acredita la existencia de vínculos entre nosotros y los demás, entre nosotros y los objetos.
Gran parte del valor de la sincronicidad reside en su capacidad de adherirnos a un sentido dado, un principio intuitivamente conocido en nuestra vida, a partir del cual podemos encontrar un “sendero del corazón”, un tao, un modo de vivir en armonía con el universo. La sincronicidad puede aportarnos la confirmación de que estamos en el camino adecuado, así como hacernos conscientes de que no lo estamos.
Finalmente, en el nivel más profundo, la sincronicidad puede abrirnos al conocimiento de que formamos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos, y a un sentido de totalidad en el arquetipo del sí mismo, expresando metafóricamente en la leyenda del Santo Grial, en el concepto del reino de Dios, o en la disolución en el Tao.

La mayor parte del tiempo estamos activos, imitando lo que es preciso hacer y rodeados de gente. Nos centramos en lo que tenemos delante, afanándonos en los bienes materiales de nuestras vidas con el tiempo apresurado y el limitado espacio disponible. No podemos ver las estrellas con la luz de nuestro mundo cotidiano. Aún de noche, nuestra visión del cielo está limitada por las luces de nuestras ciudades y la contaminación de nuestras máquinas. Permanecemos recluidos en edificios, enclaustrados, privados de la naturaleza circundante; nos afanamos de tal modo con nuestros asuntos vespertinos que no somos capaces de alzar la mirada y experimentar el asombro del cielo nocturno. Pero, aunque no lo vemos, las estrellas siguen ahí. Hay un universo que continúa moviéndose, infinito, atemporal, en continua expansión, del cual formamos parte. Comprender esto intuitivamente, contemplando un fragmento de cielo nocturno, antes de caer de nuevo en el sueño, puede ser similar a los que el estudiante zen persigue en la meditación: ese momento de iluminación repentina en la que se experimenta la visión del Tao.

El conocimiento intuitivo de que hay un universo reglado, o un sentido subyacente a cada experiencia, o una fuente original, con la cual “yo” estoy conectado, evoca siempre un sentimiento de reverencia. Esto es algo más intuido que pensado, por lo que las palabras que traten de explicarlo resultan inadecuadas; tal como comienza el Tao Te Ching, de Lao Tsé, « El Tao que puede ser expresado no es el Tao perpetuo»; sin embargo, los ejemplos ayudan a la comprensión, porque casi todos nosotros, frecuentemente en etapas tempranas de nuestra vida, hemos tenido una intimidad con lo que se llama el Tao.
Hay buenas razones para discutir lo que no puede conocerse enteramente a través de las palabras –porque podemos preparar el modo en que sobrevendrá una experiencia–. El conocimiento intelectual y la aceptación de un concepto espiritual, unido a la receptividad y la abertura, ponen los cimientos para una experiencia intuitiva que puede acontecer más adelante. Como dice el proverbio oriental, «Cuando el alumno está preparado, el maestro vendrá».

Jung describió la sincronicidad como un principio conector casual que se manifiesta mediante coincidencias significativas. No hay explicaciones racionales a estas situaciones en las que una persona tiene un pensamiento, un sueño, o un estado psicológico interno que coincide con un acontecimiento. Por ejemplo, una mujer tiene el sueño vívido de que la casa de su hermana está ardiendo e impulsivamente la telefonea para comprobar si se encuentra bien: hay fuego, y la llamada que la despertó quizás haya salvado su vida. O un investigador se atasca en un punto crucial y necesita cierta información abstrusa, muy técnica, y en una cena de recogida de fondos se encuentra inesperadamente sentado junto a la persona que posee esa información. Una mujer llega a una ciudad deseando encontrar a una antigua compañera de habitación; no la localiza, y al entrar en un ascensor atestado la encuentra en él. Pienso en alguien, suena el teléfono, y quien llama es la persona que tenía en mente.
Todos estos son ejemplos de sincronicidad, que varían desde lo dramático al lugar común. En cada situación, alguien se tropezó con una coincidencia y no pudo explicar cómo había ocurrido. Intuitivamente, cada acontecimiento fue significativo y abrió la posibilidad de que allí hubiera una conexión invisible, desconocida, o un modo en el que se desarrollan esos hechos.
Al decir que este fenómeno era “sincronicidad”, Jung le dio un nombre. También señalo su importancia, diciendo que «la comprensión de la sincronicidad es la llave que abre la puerta a la percepción oriental de la totalidad, que nos parece tan misteriosa».

A través de la sincronicidad, la mente occidental puede llegar a conocer lo que representa el Tao. Como concepto, la sincronicidad tiende un puente entre Oriente y Occidente, filosofía y psicología, el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro. La sincronicidad es el Tao de la psicología, pues relaciona el individuo con la totalidad. Si personalmente advertimos que la sincronicidad opera en nuestras vidas, nos sentimos conectados a los demás, antes que aislados y malavenidos; sentimos que formamos parte de un universo divino, dinámico e interrelacionado. Los acontecimientos sincronísticos nos ofrendan percepciones que pueden resultarnos útiles en nuestro crecimiento psicológico y espiritual, y acaso nos revelen, a partir de un conocimiento intuitivo, que nuestras vidas tienen sentido.

Hay algo asombroso y humilde, y sin embargo emocionante y cómplice en el hecho de vislumbrar el Tao a partir de acontecimientos sincronísticos. Al igual que no podemos ver las estrellas al mediodía, en nuestras mentes occidentales no se dan las condiciones adecuadas para “contemplar” un modelo de unidad subyacente. En el momento en que, con nuestra conciencia occidental, también seamos capaces de percibir una realidad espiritual, acaso sea posible que nos volvamos conscientes de ser individuos aislados pero unidos a un todo más vasto: de vivir en un mundo con un tiempo lineal, pero capaces de experimentar la atemporalidad de una realidad eterna de la que somos parte; de ver la luz diurna tanto como con visión nocturna, entonces sentimos nuestra conciencia en movimiento, ya no detenida.

jueves, 25 de septiembre de 2014

La Llegada del Otoño

El equinoccio de Otoño marca un momento de tránsito o paso, es ese instante en el que el tiempo de luz se iguala al de oscuridad en la tierra. El verano se acaba y es tiempo de volver a la rutina diaria, por ello hemos de pautar un ritmo a nuestro cuerpo para que se acompase con el de la naturaleza.

Cuando llega el otoño siempre estamos algo revolucionados por los nuevos y demasiados planes que tenemos por delante para la nueva temporada yendo en la contra de lo que el ciclo de la naturaleza nos pide. La tierra sugiere que nos acompasemos a ella, que nuestras noches y descansos empiecen a ser más largos, que hagamos un cultivo interior de nuestro ser y que nos centremos para saber aquello que en realidad queremos.

El Otoño es un buen momento para purificar el cuerpo de los excesos del verano; la desintoxicación otoñal es clave y sirve de preparación para el invierno. La energía yang o masculina va menguando y la energía yin o femenina va cobrando cada vez más fuerza. Todo lo relacionado con lo femenino como la quietud, la receptividad, el cuidado, el mimo o la intuición va cobrando mayor protagonismo.

El equinoccio de Otoño, que marca la igualdad entre el día y la noche, nos ofrece un guiño para que nos ajustemos y reequilibremos. De alguna manera siempre añoramos la sensación de equilibrio tanto corporal, como mental y emocional, queremos actuar de una manera equitativa y centrada. Sin embargo este “equilibrio” es algo engañoso, pues en realidad siempre estamos en equilibrio, nuestros desajustes siempre son compensados por medio de una acción en el otro lado del cosmos, y volverá a nosotros un tiempo después como consecuencia directa de nuestro acto realizado.
Aunque siempre estamos en equilibrio, sin embargo pocas veces nos sentimos equilibrados.

El equinoccio de Otoño es un momento de invocación de diosas de la naturaleza (Cibeles, Gaia, Bamba, Demeter… o incluso Isthar) aquellas que nos traen al momento presente y que nos muestran el agradecimiento por lo que tenemos, a la vez que piden un retiro para recuperar nuestra energía. Cualquier cosa que hagamos con este fin nos vendrá bien, así sea un paseo pisando las hojas otoñales de los árboles, mirar la luna llena o un fin de semana en un balneario disfrutando de un descanso en el agua; todas estas pequeñas acciones nos ayudaran para volver al ritmo otoñal que Gaia alimenta.
En la naturaleza se recogen los frutos silvestres y es el momento preciso de recolectar y atesorar en el alma los pequeños regalos que nos ha ido otorgando el año. El estío se termina y es el momento de ir cerrando nuestro ciclo anual pues hemos de preparar nuestro interior para el ciclo que comienza.

El otoño nos pide un tiempo para nosotros mismos, relajación, asimilación del verano y de todas nuestras aventuras, una unión con el alma y profundidad para llegar a nuestros verdaderos sentimientos. Es el momento de bajar a nuestro inframundo, de cruzar el velo, de sentir nuestro ser, de entrar dentro con conciencia y alinearnos con nuestros verdaderos anhelos. Es el momento de parar y no dejar que la vorágine de la “civilización” nos envuelva, sino que nos reconectemos con nosotros mismos.
Con esta idea de volver a nosotros comenzamos esta época tan bonita del año, el otoño, sin perder de vista que no hemos de buscar un equilibrio porque siempre estamos en él, sino que hemos de caminar equilibrados con los anhelos de nuestra alma y nuestro ser.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Leyes de Curacion y Enfermedades

1. El cuerpo cicatriza de dentro hacia fuera y de arriba hacia abajo, es decir, se cura primero lo mental, para equilibrar el espíritu, y al encontrar el equilibrio entre los órganos, las manifestaciones externas desaparecen.

2. Solamente existe una enfermedad, y se le puede llamar toxicidad o, también, malnutrición.

3. Los gérmenes no son los que causan la enfermedad, pero ellos buscan preferiblemente tejidos débiles para poder lograr condiciones favorables para su desarrollo, ellos son nada más el síntoma y no la causa.

4. El círculo de estrés y toxicidad en el cuerpo humano se inicia de la siguiente forma:
a) El sistema digestivo se tensa por la evacuación de alimentos (estreñimiento), por una mala combinación de alimentos, por ingerir agua durante las comidas, por la contaminación y por una mala e inadecuada actividad mental, estar enojados, gritando, o recibiendo señales que alteren la tranquilidad al comer.
b) Después el colon es afectado por alimentos que no son digeridos y que se vuelven tóxicos. La medicina natural nos indica que la muerte empieza por el colon.
c) El hígado y la vesícula son los primeros en verse afectados por la toxicidad del colon.
d) El riñón y la vejiga son también afectados.
e) Los pulmones son intoxicados por la debilidad de los riñones.
f) La circulación es la próxima función en verse afectada.
g) El corazón y el bazo también son afectados.
h) Los músculos y los tejidos blandos siguen.
i) La columna vertebral entonces es la próxima.
j ) El cerebro y el sistema nervioso se verán afectados.
k) Las glándulas endocrinas son las ultimas en verse afectadas.

5. Para una completa recuperación, el cuerpo se cura en un sentido contrario. Se debe empezar con el sistema digestivo, colon, etc., y así sucesivamente.

6. La cura de una enfermedad depende de la limpieza de los tejidos del cuerpo y el reemplazo de los tejidos viejos por tejidos nuevos.

La naturaleza es la que cura. (Natura medicatrix)
Establece que se debe dejar obrar a la naturaleza. Aún más dice que el arte de curar es el de seguir el camino por el cual cura espontáneamente la naturaleza y que la acción extraña en el organismo debe limitarse a separar los obstáculos que se oponen a su definitivo triunfo.

El poder de normalizar todas las funciones orgánicas solo lo posee la naturaleza del individuo, su fuerza vital… Esta fuerza vital se manifiesta mediante la actividad del sistema nervioso que se fortifica con la acción de los agentes naturales, como el aire puro, la luz, el sol, la tierra, el agua y los alimentos vivos; se debilita, y destruye con los tóxicos provenientes de las malas digestiones y el veneno contenido en medicamentos, drogas, vacunas y antibióticos.

Existe una ley natural llamada “de la conservación del individuo y de la especie” que postula que la fuerza vital siempre tiende a conservar la integridad y normalidad funcional del organismo y nunca su destrucción.
Así muchas de las “enfermedades” (son curas depurativas) como dolores, fiebres, hemorragias, erupciones, y eliminaciones, son sólo síntomas defensivos de la salud y de la vida. ¿Acaso no se frenan los excesos gracias a los malestares físicos que producen? ¿Existe algún medio mejor de purificar la sangre que la vía directa de eczemas, fístulas, supuraciones y erupciones? ¡Cuanta sabiduría de la naturaleza! Por eso no debemos equivocar nuestra acción y recordar siempre que a ella sólo se le vence metiéndose a las leyes inmutables.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Amar y Sanar

A ti que necesitas hablar...
Hablar libera... suelta cadenas, evapora fantasmas, disipa sombras, disuelve energías pesadas.
Hablar reorganiza lo que sentimos, aclara lo que tenemos confuso, reprograma ADN, devuelve extraviados, aquieta tempestades.
Hablar y ser escuchado, hablar y no ser interrumpido, hablar y ser comprendido, hablar y no sentirse juzgado.
Hablar nuestra verdad, decir nuestra vulnerabilidad, decir nuestro genuino sentimiento, nuestro deseo, nuestro miedo.
El más profundo acto de sanación, es hablar.

A ti que escuchas...
Escuchar acompaña, escuchar enseña, escuchar con paciencia, escuchar con respeto, escuchar la verdad del otro, escuchar hace magia, escuchar sin levantar muros, escuchar sin defenderme, escuchar sin sentir miedo, escuchar sin querer controlar, escuchar sin desviar lo que dicen hacia mí, escuchar limpiamente, sin ironía, si burla, sin imponer, escuchar sin resistirme, escuchar sin argumentar, escuchar sin amonestar, escuchar sin sermonear, sin persuadir, sin aconsejar.
Escuchar el sentimiento, escuchar el miedo del otro.
El más profundo acto de amor, es escuchar.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Envidia - Reflejo Oscuro del Propio Ser

La autoestima mutilada: la envídia. El reflejo oscuro por la falta de luz natural del propio ser en su totalidad ...

¿El por qué de la envidia? La envidia se basa en supervalorar a los otros (que pueden, según la fantasía del envidioso, hacer todo) y desvalorizarse a sí mismo (sintiéndose inferior porque no puede hacer nada). Así, nace el deseo de desvalorizar al otro para que todo quede parejo y él no se quede solo.

La envidia se da en cuatro fases especificas:
1 - Primeramente, el individuo mira un objeto, situación o una característica de alguien que inmediatamente admira. Comprende la importancia de aquella característica para él. O sea, ve, admira y desea.
2 - De inmediato, hace una comparación entre lo que el otro tiene y lo que el individuo no tiene. Él toma conciencia de una falta suya porque ya discrimina. Aquí el proceso cognitivo es importante.
3 - Ahí se da el tercer momento de la envidia, que es la percepción - y al mismo tiempo la vergüenza - por una falta en él de lo que fue admirado (y valorado) en el otro. Surge ahí, también, la constatación de que aquello que deseó, es imposible de ser alcanzado por él.
4 - Luego llegamos a la cuarta y última fase: La envidia es disparada por la percepción de una falta en el individuo. Esa insuficiencia hace que ataque y consecuentemente expulse el objeto envidiado para hacer desaparecer la diferencia que fue percibida.

El Diccionario lo define de esta manera: “Envidia es el disgusto o pesar por el bien o por la felicidad del otro. Un deseo violento de poseer el bien ajeno”. Ya el Diccionario de Psicología Dorsch esclarece: “La envidia pertenece a los sentimientos intencionales. Es una insatisfacción, o repudio a la alegría del otro”. Por lo tanto, aquello que es envidiable es encarado como algo de mucho valor.

Qué es más fácil seguir sufriendo o poner un alto a nuestro sufrimiento, dejar de ser víctimas y actuar en lugar de dejarnos llevar por las circunstancias. Que prefieres ser víctima o ser responsable de tu propia vida.

domingo, 1 de junio de 2014

Las Cinco Tipologias Humanas

La diátesis no supone más que una tendencia o disposición de la persona a padecer determinadas patologías, que no necesariamente debe sufrir, en función de factores hereditarios, inmunológicos y comportamentales.
La diátesis se puede definir como "Disposición a padecer" y clásicamente se consideran cinco: la 1ª diátesis o hiperreactiva, la 2ª o hiporreactiva, la 3ª o distonía neurovegetativa, la 4ª o anérgica, y la 5ª o síndrome de desadaptación.

Las diátesis 1ª y 2ª, también llamadas diátesis jóvenes, son constitucionales, no así las restantes. Según la forma de comportarse se tienen en cuenta, en cada diátesis, tres niveles: físico, intelectual y psicológico. Además, y sin tener por qué padecerlos, pueden presentarse algunos, muchos o casi ninguno de los síntomas propios de cada diátesis durante algún tiempo de la vida.

Al igual que en la Medicina Tradicional China respecto al yin y el yang: "Tampoco las diátesis son puras, en cada una de ellas hay mezclas más o menos intensas, hasta llegar al paso de una a otra, sin estabilidad, todo está en cambio permanente, lo que es importante en el tratamiento o terapia en cada momento y con cada persona".

Diátesis 1 - Elemento Madera
Oligoelementos: Manganeso
Afección: Alergias
Órganos: Músculos y Nervios
Son personas que tienen que hacer ejercicio constantemente. Lo importante para ellos no es la enfermedad sino que no puedan moverse.
Son líderes, los demás han de seguirles. La palabra que los define es: acción.
Los niños de esta diátesis suelen padecer vómitos, les cuesta dormir, acostarse y luego levantarse por las mañanas. Suelen tener problemas de visión (miopía).
Sabor: Ácido (agrio) Estación: Primavera Atributo atmosférico: Viento Elementos Chao Yang: (VB). Son coléricos, se suelen comer las uñas, activos, acción. Aquí suele producirse el hipertiroidismo.
Elementos Jue Yin: (H). Irritables, les recome por dentro los nervios. Hipocondríacos.
Diátesis 1 Alérgica - Artrítica.
Forma de las manos: alargada, los dedos y la palma, también.

Diátesis 2 - Elemento Metal
Son personas con rigidez en el organismo, echado hacia delante
Órganos: Pulmón e Intestino Grueso
Hiposténica - Artrotuberculosa
Sistema Linfático. Piel. Pelo.
Sabor: Picante
Color: Blanco
Estación: Otoño
Atributo atmosférico: Sequedad
Elementos reguladores: Manganeso/Cobre
Aquí suele producirse el hipotiroidismo
Yang Ming: Intestino Grueso. Flemáticos (flemas, congestión), muy activos, muy constantes, muy tozudos, tienen que controlarlo todo. Les gusta mucho los lácteos.
Tae Ming: Pulmón. Románticos, tristes, apáticos. Amantes de la justicia. Otoño. Les gusta los trabajos de precisión y les gusta también mucho la sangre.
Forma de las manos: dedos largos, palma estrecha. Tiene muy pocas estrías. La forma de los dedos hace zig-zag.
Los niños suelen tener problemas respiratorios, son niños tristes, con poco apetito, se dan problemas de raquitismo. Los dientes suelen estar mal colocados. Las paletas sobre todo.
Los adultos tienen poca capacidad pulmonar y problemas respiratorios, les gusta la soledad, románticos, tristes, pesimistas, muy frioleros (aunque no tanto como los del elemento agua).

Diátesis 3 - Elemento Fuego
Distónica - Neuroartrítica
Órganos: Corazón, Intestino Delgado, Maestro de Corazón, Triple Calentador
Regula: Manganeso/Cobalto
Sabor: Amargo
Emoción: Alegría - Risa
Son personas que siempre tienen que llevar la voz cantante. No soportan la debilidad. Bien constituidos físicamente. Muy excitables, misteriosos, les gusta tener que llevar las riendas.
Niños:
a) Hipersensibles, muy desobedientes, les encanta jugar. Picos muy altos en fiebre, anginas frecuentes, escarlatina.
b) Muy tímidos, hipersensibles, enfermizos, les marca mucho lo que viven en la infancia, humor muy variable.
Tae Yang: (ID), (TR), pasión, fuego, energía, muy activos, muy sensibles, aunque no les gusta que se les note, muy fieles, idealistas, muy ambiciosos, muy seguros de sí mismos.
Chao Yin: (C), (MC), se infravalora mucho, mala memoria, inseguros, humor cambiante, promiscuos.
La forma de las manos: dedos muy abiertos, pianistas, bailarines.

Diátesis 4 - Elemento Agua
Anérgica
Órganos: Vejiga, Riñón, Huesos, Sistema Inmunológico, Médula Espinal
Regula: Cobre/Oro/Plata
Color: Negro
Sabor: Salado
Emoción: Miedo
Son personas tímidas, angustia, ojos bajos, kinestésicos.
Chao Yin: (R). Son personas sentimentales, miedosos, angustiados, con miedo a todo, muy amantes de los animales, insaciables en la sexualidad, obsesión, complejo de inferioridad.
Tae Yang: (V). Rigidez, muy activos, muy nerviosos, muy rebeldes y con complejo de superioridad.
Forma de las manos: mano pequeña, manos fofas con mucha retención de líquidos, mano regordeta con tonalidades negruzcas. Dedos cortos hinchados, manos húmedas.
Niños: enfermizos, apáticos, no juegan, muy sensibles, muy introvertidos, problemas de neurosis, fiebres reumáticas (ataque de fuego al elemento agua).

Diátesis 5 - Elemento Tierra
Órganos: Estómago, Bazo-Páncreas
Emoción: Inadaptación
Regula: Zinc/Níquel/Cobalto (Hipofisipancreáticos)
Regula: Zinc/Cobre (Hipofisigonádicos)
Atributo atmosférico: Humedad
Color: Amarillo
Son personas siempre con preocupación, tienen que comer, les gusta mucho el dulce, son bajitos y rechonchos. Carne, tejido conjuntivo, labios gruesos, mejillas sonrojadas.
Yang Ming: (E). Emotivos, activos, sanguíneos, joviales, alegres, facilidad para hacer amigos, sociables, tienen que compartir todo, hasta a la mujer, obsesión con el ejercicio.
Tae Yin: (BP) Amorfo, tranquilos, mala memoria, obsesivos, muy influenciados por la madre.
Niños: gruesos, mofletudos, gruesos, problemas de visión (astigmatismo) problemas de paperas, vientre hinchado.
Adultos: perezosos, dificultad en las decisiones, diabetes, calvicie, frigidez, impotencia, les falla la memoria, hernia de hiato, úlceras gastroduodenales.
Forma de las manos: cortas, robustas, fuertes, dedos gordos y fuertes, palma cuadrada.

viernes, 23 de mayo de 2014

Practicar la Ley de la Potencialidad Pura

Pondré a funcionar la ley de la potencialidad pura comprometiéndome a hacer lo siguiente:

1. Me pondré en contacto con el campo de la potencialidad pura destinando tiempo todos los días a estar en silencio, limitándome sólo a ser.
También me sentaré solo a meditar en silencio por lo menos dos veces al día, aproximadamente durante treinta minutos por la mañana y treinta por la noche.

2. Destinaré tiempo todos los días a estar en comunión con la naturaleza y ser testigo silencioso de la inteligencia que reside en cada cosa viviente.
Me sentaré en silencio a observar una puesta del sol, o a escuchar el ruido del océano o de un río, o sencillamente a oler el aroma de una flor.
En el éxtasis de mi propio silencio, y estando en comunión con la naturaleza, disfrutaré el palpitar milenario de la vida, el campo de la potencialidad pura y la creatividad infinita.

3. Practicaré el hábito de no juzgar.
Comenzaré cada día diciéndome: "Hoy no juzgaré nada de lo que suceda", y durante todo el día me repetiré que no debo juzgar.