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jueves, 4 de febrero de 2016

Enzimas - La Base de la Vida

Un Rasgo del Ingenio de la Naturaleza

En el organismo de todo ser humano actúan miles de enzimas constantemente y a lo largo de toda su vida. Gracias a ellas, el organismo es capaz de renovar las células viejas y desgastadas, transformar las sustancias nutritivas en energía y componentes básicos, eliminar productos de desecho, toxinas y cuerpos extraños, defenderse de los agentes patógenos, cicatrizar heridas, etcétera...

Las enzimas son los químicos de la naturaleza. Facilitan, aceleran y controlan todos los procesos vitales del organismo. Sin embargo, ellas mismas no experimentan alteraciones en estos procesos. Por este motivo se las conoce también por el nombre de biocatalizadores. Sin las enzimas no hay vida.

Las enzimas son auténticas especialistas. Cada una de ellas cumple una única función en el organismo. Por lo general, llevan a cabo su cometido con gran perfección y, en ocasiones, con una capacidad de rendimiento enorme, inconcebible. Una sola de ellas, por ejemplo, interviene en un total de 36 millones de reacciones bioquímicas por minuto. Sin embargo, ninguna enzima actúa de forma aislada, sino siempre en colaboración con otras enzimas.

Las enzimas son producidas por el propio organismo; generalmente se componen de proteínas. Deben ser renovadas constantemente porque también ellas se deterioran y pierden capacidad funcional, con la subsiguiente reducción de actividad. La condición fundamental para la salud y la vida del ser humano es disponer de todas las enzimas en cantidad suficiente y en plena capacidad funcional.

La ingesta de alimentos sacia el hambre sólo gracias a las enzimas

El hombre moriría de hambre frente a platos llenos de alimentos si no existieran las enzimas. Estas son responsables de la degradación de los alimentos para formar los distintos principios inmediatos que pueden ser asimilados por el organismo.

Este proceso se inicia ya en la boca: si masticamos un trozo de pan durante algunos minutos, notaremos que su sabor acaba siendo dulce; esto ocurre porque las enzimas de la saliva comienzan a descomponer el almidón en azúcar. Este proceso continúa en el estómago y, sobre todo, en el intestino, gracias a los jugos digestivos que segrega el páncreas: las proteasas descomponen las proteínas en aminoácidos, y otras enzimas transforman las grasas que ingerimos con la alimentación en ácidos grasos. Estos productos de degradación enzimática pasan a la sangre a través de la pared intestinal, para ser utilizados por el organismo como fuente de energía y elementos estructurales, así como para la producción de nuevas enzimas.

Apoyo a las Reacciones de Defensa Propias del Organismo

Si no existieran las enzimas, la persona se encontraría en una situación de total indefensión frente a los ataques continuos de los agentes patógenos, el efecto perjudicial creciente de las sustancias contaminantes del medio ambiente, la agresión constante por parte de los restos o detritus metabólicos, etcétera... Las enzimas son indispensables para los mecanismos de defensa del sistema inmunitario del organismo y, por lo tanto, también para los procesos naturales de auto-curación. Las enzimas posibilitan la defensa inespecífica a través de la activación de los llamados macrófagos. Como su nombre indica, los macrófagos son fagocitos de gran tamaño que se caracterizan por su capacidad especial para reconocer en el organismo la presencia de toda sustancia extraña y nociva, rodearla e ingerirla, para destruirla posteriormente, todo ello con la ayuda de enzimas especiales.

Las enzimas apoyan a las células inmunitarias del sistema defensivo específico. Cada una cumple funciones distintas: unas atacan directamente a los agentes patógenos y también a las células cancerosas que afectan una y otra vez al organismo. Otras producen anticuerpos específicos que se fijan a las bacterias, células anómalas y sustancias químicas nocivas, para que puedan ser desactivadas por los mecanismos de defensa. Esta es también una de las funciones principales de los macrófagos. Si bien las reacciones inmunitarias que tienen lugar en el organismo son mucho más complejas, de esta breve exposición se infiere claramente lo siguiente: los mecanismos de defensa propios del organismo sólo pueden intervenir con eficacia en la conservación de la salud y/o en la curación del individuo, si disponen de suficientes enzimas.

Aumento de las Necesidades Enzimáticas: Causas y Consecuencias

Siempre que esté sano, el ser humano dispone de enzimas suficientes. Sin embargo, sus necesidades enzimáticas aumentan en presencia de cualquier factor que pueda suponer un riesgo para la salud o una sobrecarga para su organismo.

En el caso de lesiones e inflamaciones, el organismo requiere una mayor cantidad de enzimas para eliminar el tejido destruido, crear el espacio necesario para células nuevas y acelerar la cicatrización. Cuando los mecanismos de defensa del organismo se ven sometidos a una sobrecarga constante por el abuso de tóxicos como el alcohol y el tabaco, por las sustancias contaminantes del medio ambiente, una alimentación inadecuada o un exceso de fármacos, se requiere la participación de un mayor número de enzimas para descargar y reforzar este sistema inmunitario.

El déficit de enzimas puede conducir a una mala cicatrización de las heridas, al desarrollo de inflamaciones crónicas, y a que los agentes patógenos triunfen y las personas enfermen. Si se compensa este déficit mediante el aporte de enzimas desde el exterior, el organismo podrá conservar la salud con mayor facilidad, lo que es lógicamente preferible a tener que tratar la enfermedad.

Cuando el Organismo Provoca su Propia Enfermedad

Nada es perfecto, incluso la naturaleza comete fallos. Cuando esto ocurre en el sistema inmunitario, se afectan sus propias células u órganos y se perturba el propio organismo. Esto sucede por ejemplo, cuando después de una infección ciertas células experimentan una degeneración. Todavía no se sabe con exactitud cómo tiene lugar este fenómeno. En cualquier caso, se producen anticuerpos contra estas sustancias "extrañas" (antígenos), que se unen a las células degeneradas para formar un inmunocomplejo. El inmunocomplejo se adhiere a la célula, lo que desencadena una reacción inflamatoria que destruye a su vez el inmunocomplejo adherido a la célula. Esto da lugar a la producción de nuevos inmunocomplejos, instaurándose así un círculo vicioso.

En estos casos tiene gran importancia la administración de enzimas, pues éstas evitan la formación de nuevos inmunocomplejos, al tiempo que desintegran los ya existentes.

Enzimas e Inflamaciones: Reforzar en Lugar de Combatir los Síntomas

Existe un error que parece imposible de corregir: muchas personas creen que la inflamación es nociva. Este es un concepto erróneo. Lo cierto es que la inflamación constituye un medio muy importante a disposición del sistema inmunitario del organismo para oponerse a las bacterias y virus, las sustancias tóxicas y nocivas son los traumatismos. Para que esto pueda realizarse de una manera óptima se requiere una mayor cantidad de enzimas, frecuentemente incluso más de las que puede producir un organismo envejecido o debilitado. En todas las inflamaciones, la enzimas proteolíticas ayudan al organismo a defenderse. Dichas enzimas no inhiben la inflamación, sino que ayudan a conseguir una remisión fisiológica más rápida y una evolución más favorable del proceso. Se restablece antes la salud de un modo muy satisfactorio y se previenen las enfermedades crónicas.


Publicación ofrecida por
la Sociedad Médica Alemana para la Investigación Enzimática

Watzmannweg 10
D-82538 Geretsried
Alemania

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