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lunes, 20 de junio de 2016

El Universo segun Paracelso

Aureolus Philippus Teophrastus Bombastus von Hohenheim, alias Paracelso, nació un frío día de otoño en Einsiedeln, cerca de Zurich, en el seno de una familia acomodada. Contemporáneo de Lutero, Erasmo de Rotterdam, Kepler, Copérnico, Miguel Ángel, entre otros talentos. Su lema, que aparece escrito en varios de sus retratos, reza: Alterius non sit, qui suus esse potest. ‘No sea de otro, quien puede ser de sí mismo’. Llevó una vida agitada, convulsa en ocasiones. Viajó continuamente, practicando la medicina y enseñando su filosofía. Arremetió sin descanso contra el conocimiento imperante, contra la medicina universitaria y contra los razonamientos sutiles que no conducían a ninguna parte.

Paracelso se formó en los ambientes humanistas del Renacimiento. No hay duda de que conoció directamente las motivaciones espirituales de los hombres renacentistas y que sus conclusiones y prácticas debieron imprimir una fuerte impresión en el adolescente. «La magia nos ha sido dada para saber y averiguar aquello que es imposible para la razón humana. Porque es un gran saber secreto, igual que la razón es una gran necedad pública. Por eso sería necesario y bueno que los ‘teologistas’ supieran también algo de ella, y aprendieran lo que es en el fondo, para no llamarla hechicería de forma injusta e injustificada». Por diversos motivos, pero principalmente por la complejidad y extensión de su obra, el «gran saber secreto» de la magia desarrollado por Paracelso, aparece como su única aportación, cuando de hecho, no es más que un instrumento para conocer los misterios divinos.

La magia de Paracelso no es un sistema operativo gracias al cual pueden conocerse las virtudes medicinales de las plantas u otras producciones de la naturaleza, sino que su fin es adherirse a la fuente original de la cual emanan todas las virtudes. La medicina de Paracelso no sirve únicamente para sanar las enfermedades que acechan al hombre a lo largo de su vida, sino que es la medicina de la cual han hablado continuamente los verdaderos alquimistas, la que regenera al hombre. Paracelso rechaza a la escolástica medieval como herencia cultural y cree en que las bases del conocimiento del mundo se encuentran en la naturaleza. La fe cristiana, los sentidos y un exacto sistema de correspondencias entre el macrocosmos y el microcosmos eran la base de la sanación. La base ideal de la medicina debía de ser la filosofía natural, la astronomía, la ciencia para la preparación de remedios y las virtudes individuales tanto del paciente como del sanador así como las de las hierbas o metales.

La Alquimia no tiene por objeto exclusivamente la obtención de la piedra filosofal; la finalidad de la ciencia hermética consiste en producir esencias soberanas y ampliarlas debidamente en la curación de las enfermedades. Para Paracelso todo ser encontrado en la Tierra poseía una chispa de vida, cada elemento poseía cierto grado de energía que, canalizada, podía servir para curar enfermedades. Dentro de este grupo los metales eran fundamentales, siendo la primera y más básica forma orgánica. A todos los elementos que estudió los dividió en Fuego, Aire, Tierra y Agua.
Como alquimista, con su trabajo intentaba sacar el Arcana; la quintaesencia de los minerales y vegetales. Cada cuerpo posee tres substancias; Azufre (Fuego), Mercurio (Fluidez) y Sal (Solidez). Esta trinidad sumada a la trinidad Alma, Cuerpo y Espíritu sostienen las asociaciones y nivelaciones entre ambas tríadas para lograr la armonía.
Así, el Archeus, que es la potencia creadora de la naturaleza, proporciona a la materia las formas. Cada forma contiene su alcohol, su alma animal y su Ares, que es el carácter específico. El hombre además posee el Aluech; la parte espiritual.

Toda enfermedad que suceda en este mundo va a tener una cura dentro de este mismo mundo, por lo que al momento que alguien se enfermaba sucedía que lo esencial de la enfermedad reclamaba lo esencial que la naturaleza indicaba como remedio. Según Paracelso: "La fuerza del Archeus es en cada uno de los miembros del cuerpo humano, la fuerza creadora y vivificante del Macrocosmos y del Microcosmos.
Ningún médico puede decir que una enfermedad es incurable, al decirlo, reniega de Dios, reniega de la Naturaleza, desprecia al gran Arcano de la creación.
No existe ninguna enfermedad por terrible que sea, para lo cual no haya Dios previsto la cura correspondiente"
.
Es interesante como Paracelso pone sobre la palestra todos los temas esotéricos más radicales; creía, al igual que muchos maestros de la época, en que el hombre poseía un cuerpo Astral, al cual llamaba Eventrum, y las plantas también poseían uno, llamado Leffas. La Magia era la Naturaleza exaltada y dentro de aquellas potencialidades todo podía tener cabida.


Fuentes:
Arte y Simbolismo - Universidad de Barcelona
La Ronda Esotérica