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jueves, 17 de diciembre de 2015

La Humanidad del Nuevo Milenio

Lo que más necesitamos en medio de nuestro mundo moderno es cambiar el deseo que tenemos de aferrarnos a poseer cosas materiales y volver la vista hacia lo abstracto, hacia el espíritu, al poder de lo desconocido.
Este cambio tiene el poder de desterrar para siempre las dudas de nuestras mentes, y una vez que esas dudas se han borrado, todas las cosas son posibles, incluyendo el regreso a nuestra verdadera herencia como seres luminosos en un estado de conciencia total.

Para sentirse completo no se necesita de más tecnología, ni poseer más "juguetes de adulto", sino todo lo contrario, volver a la sencillez, a la paz y al amor. Quizás penséis que estoy escribiendo una utopía, sin embargo, si queremos llegar a ser libres de verdad, en nuestro corazón y con nuestro cuerpo, debemos empezar a pensar en llevar a la práctica el desapego en todas las áreas de nuestras vidas y sobre todo dejar de aferrarnos y luchar por todas esas cosas inútiles que nos mantienen prisioneros en el mundo de la rivalidad, la envidia, la ambición y el desastre.
Muchas cosas, de hecho todas las que realmente importan, permanecen más allá de lo que podemos llegar a explicar con nuestra mente racional, aunque nos esforcemos cada vez más en demostrar lo contrario; en el inexplicable camino al conocimiento.

Asumir la responsabilidad personal del destino que queremos manifestar en nuestras vidas es una decisión que cada uno tiene que llevar a cabo personalmente y una vez que uno ha elegido nunca llega a arrepentirse, ya que es capaz de controlar y de dirigir su vida, en vez de que se la controlen y se la dirijan otros.
La recompensa que se obtiene cuando nos responsabilizamos de todos nuestros actos y de todas las situaciones que creamos en nuestras vidas, es algo indescriptible. Ya que se accede a las promesas hechas al espíritu, las cuales están más allá de las leyes del mundo; aunque operen en el mundo.

Cambiar conscientemente nuestra atención personal resulta de una dureza inimaginable, ya que el ímpetu del orden social reinante y nuestros viejos hábitos de intolerancia, hacia nosotros mismos y hacia los demás, nos proporcionan todas las excusas necesarias para no llevarlo a cabo.
No sólo tenemos que dar la espalda a todo lo perecedero y superfluo del mundo material (lo que no significa que no lo usemos y lo utilicemos; si no que significa que no nos aferremos a ello, ni hipotequemos nuestras vidas en ese fin), sino que también hemos de apartarnos del auto-absorbimiento que nos ha consumido desde el momento de nacer.

Necesitamos cambiar y necesitamos cambiar ahora, ya no queda más tiempo para desperdiciarlo en juegos de niños necios, que luchan y pelean para conseguir quitarse las cosas mutuamente, mientras nuestra madre Tierra suspira y llora, porque no le quedan recursos con los que seguir alimentado a sus amados hijos.
Recuerda que se puede cambiar el mundo, y se empieza a cambiar desde cada uno en su propio proceso personal con la vida; quizá pienses que no es suficiente, pero lo que sí te puedo decir ciertamente es que este mundo empezó algún día así; sólo porque alguien decidió empezar a cambiar las cosas.

viernes, 19 de junio de 2015

La Verdadera Belleza

Cuando una persona encuentra la belleza, encuentra su propia naturaleza. Una vez que ha probado el vuelo siempre caminará por la Tierra con la vista puesta en el cielo, porque ya ha estado allí y siempre deseará regresar allí. Toda cosa desea naturalmente mantenerse en su ser y nuestra esencia es la belleza, que además ofende a la ignorancia. Cuando nace la virtud, nace antagónicamente la envidia. Antes perderá el cuerpo su sombra, que la virtud la envidia, que naturalmente la acompaña.

Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y quedar insensibles a la utilidad y belleza del universo.

La belleza esencial está en la naturaleza; es simple y pura. Toda acción está realizada por la naturaleza del modo y en el tiempo adecuado. Ninguna acción natural puede abreviarse, pues la naturaleza la genera del modo más sencillo posible. Todos los elementos, cuando están fuera de su sitio, desean volver a él, principalmente el fuego, el agua y la tierra. Todo tiende a buscar el equilibrio.

La naturaleza no tiene forma; tiene formas, y en eso radica su belleza. Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para los fisonomistas de los hombres, todos seríamos semejantes y no sería posible distinguirnos unos de otros. Por eso ha variado de tal modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla general para la proporción, no ha seguido ningún patrón, de manera que es fácil reconocer cada semblante.

Quien en verdad desee buscar la belleza en sus obras, deberá ser su principal crítico. Es muy fácil detectar los errores en los trabajos de los demás, y ocultar los propios. Eso es, simplemente, el principio del autoengaño. Para evitar esta trampa, debemos usar un espejo plano y mirar con frecuencia nuestro trabajo reflejado en él. Con este pequeño truco, podrás mirar al revés y parecerá que fue hecho por la mano de algún otro maestro, y entonces podremos juzgar mejor sus fallas que de cualquier otra manera.

La verdadera belleza sólo se puede buscar y encontrar por medio de los opuestos. La belleza es comparativa. Aunque el ojo entrenado la puede percibir, depende siempre de un opuesto que es lo grotesco que le devuelve la vida a lo hermoso. Por eso, en las catedrales góticas podrás observar gárgolas talladas como complementos de las figuras de los santos. La fealdad es necesaria en la búsqueda de la belleza ideal.

Los opuestos nos otorgan el privilegio de poder dimensionar las cosas. No existe la felicidad real sin haber experimentado la desdicha. Así como el día le sigue a la noche, la capacidad de júbilo nace de momentos de tristeza.

La vida es dualidad y es el equilibrio de los opuestos. El bien y el mal, el cambio y la constancia, la fortaleza y la debilidad, el orgullo y la humildad, la dependencia y la independencia. Para poder encontrar la belleza tienes que experimentar con lo feo, con lo grotesco. Para poder valorar la vida tienes que estar consciente de lo que significa la muerte.

La belleza está en todas partes y el deber de todo hombre es encontrarla. Encontrarla es uno de los beneficios derivados de la educación y del aprendizaje.

lunes, 25 de mayo de 2009

La Dualidad de la Percepción

Quiero llamar, de nuevo, la atención sobre dos términos que, aparentemente, se oponen entre sí y, a la vez, se complementan.

No se concibe la vida sin la muerte; nacemos para morir... Después de algún tiempo más o menos largo, según sea el caso, lo que sí es seguro es que al final, todos moriremos. Esto es lo que creemos. Es lo que vemos. ¿Quién no ha tenido la dolorosa experiencia de ver morir a alguien a quien quería? ¿Algún amigo, familiar, compañero de trabajo, conocido, etc.?
Desde siempre, que yo recuerde, se nos ha educado y aleccionado en la creencia, por otra parte terrible, de que tarde o temprano moriremos. ¿Qué esperanza nos da eso?
Mi sugerencia es una reflexión sobre la inevitabilidad de la muerte.
¿Cuántos de vosotros os la habéis cuestionado?

Últimamente se está popularizando, aún más si cabe, la idea de que la muerte no sólo es inevitable y sin duda nos ocurrirá a todos, sino además es, incluso, deseable, como una liberación de las cadenas de la materia, ya que la vida aquí es sólo un paso, una transición; y yo pregunto: ¿Será esta la guía que crea la falta de interés por nuestra amada Madre Tierra y todas las criaturas que hay en ella, incluido el mismo ser humano?
También nos extrañamos y hasta ponemos "el grito en el cielo" cuando nos llegan noticias de suicidios colectivos de personas que creían iban a salvarse, por no hablar de ser rescatados.

Quizá podamos plantearnos todas estas cuestiones, y otras, relacionadas con la vida y la muerte; si primero somos capaces de ir más allá del miedo inicial y esperar una callada respuesta desde el fondo del corazón con la honestidad y la inocencia de un niño; o tal vez preguntar a los niños. Pues como ya dijo el Maestro Jesús hace ya más de dos mil años: "Sed como niños". Por cierto, Jesús es uno de "esos" que desafió a la muerte... y la venció. También fueron suyas las palabras: "Todo lo que yo he hecho, vosotros lo podéis hacer... y más".

Para terminar, una información. Sólo por el hecho de cuestionar la inevitabilidad de la muerte, os encontraréis con demasiada gente decidida a defender con uñas y dientes su veracidad e incluso tratarán de burlarse y otras cosas que iréis descubriendo. ¡Qué paradoja! Después de todo, este mundo se sustenta en la creencia de que todo lo que nace ha de morir. Ojalá que este pensamiento no termine por matar, también, la Tierra que nos cobija y nos alimenta, ni el aire que nos da la vida.


Centro Fénix México