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sábado, 13 de abril de 2013

Carta de una Mujer Indígena

Soy una mujer indígena, hija de la tierra y el sol, pertenezco a una raza con una cultura milenaria que hoy conservo como un tesoro…Convivo con lo que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo… Soy feliz en estas soledades… tengo tiempo para contar las estrellas, tiempo para poner mis sueños al día, para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer y hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus…
Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento, teñir la lana para hacer el tejido, hacer medicina como me enseñó mi abuela, cantar al nuevo día.

Sé amasar sencillamente con fidelidad y con ternura… Soy mujer indígena, mujer como la Madre tierra, fértil, callada, protectora y fuerte.
Yo no sé de economía, ni de bancos, ni de política ni subvenciones. Pero si sé cuándo mi mundo está en peligro y sé cuándo las cosas son buenas o no.
No entiendo de muchas cosas, a la gente del gobierno que vienen con muchas promesas, palabras de aire cuando hay elecciones y después nada, a los que vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad… los que roban, los que experimentan con mis hijos, o les sacan sus órganos para los ricos, los que mienten, los que me sacan las tierras, los que me explotan, los que intercambian mi arte y mis tejidos por comida o alcohol y me pagan una miseria por el trabajo de meses para venderlos en las ciudades lejanas de Europa.

No entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme conocimientos, los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque, los que agujerean la tierra para sacarle su sangre, los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos, los que nos ponen vacunas, los que experimentan con mi sangre, los que tienen buena fe y creen que vienen a ayudarme a integrarme poniéndome cables de luz y trayendo la “caja boba” para confundirme, los que me ponen zapatos, los que quieren cambiar mis costumbres ancestrales, los que me miran como un bicho raro y me sacan fotos, los que quieren que baile por dinero, los que vienen con muchas palabras bonitas a hacer iglesias en nuestros lugares sagrados, los que intentan esclavizarme con dependencias ajenas a mi cultura, los que entran armados en nuestras tierras para echarnos, a los extranjeros que vienen de vacaciones de guerrilla a enfrentarme con los militares y luego se van protegidos a sus lejanas tierras… a veces las cosas se ponen peor para nuestra gente, nos apresan, nos matan…

Tampoco entiendo a los que me desprecian, los que me ignoran, los que no les importo nada y me roban todo, hasta mi dignidad… Soy mujer indígena y sé lo que quiero… cambiar cosas, esas cosas que duelen dentro y se van agrandando como la impotencia, el desamparo, la destrucción, las palabras incumplidas, el desamor y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.
Quiero gritar ¡Déjenme en paz!… Quiero seguir viviendo así simplemente, con la tierra y mi gente, la que ríe, la que crea, la que vibra la vida así como es, sin alterar las cosas, la que comparte, la que acaricia, la que no tiene prisa y ama sin esperar nada, la que no se aburre…

Quiero que me respeten, soy mujer de la tierra, fuerte como el árbol que resiste al viento como el junco en la corriente, firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí y dulce como los atardeceres.
Soy mujer indígena, hija de la tierra y el sol, y aunque no entienda muchas cosas, sé lo que quiero, tengo esperanza y sé que las cosas van a cambiar.

martes, 30 de noviembre de 2010

Practicas de Chamanismo - Los Pinches Tiranos

La importancia personal es nuestro peor enemigo. Aquello que nos debilita es sentirnos ofendidos por los hechos y criticas de nuestros semejantes. Nuestra importancia personal requiere que pasemos la mayor parte de nuestra vida ofendidos por algo o con alguien.
Se deben llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para erradicar la importancia personal, ya que sin importancia personal somos invulnerables. La carga de la importancia personal es un verdadero estorbo. Los actos de darse cuenta son siempre personales y la importancia personal no puede tratarse con delicadeza.
La importancia personal no es algo sencillo e ingenuo. Por una parte es el núcleo de todo lo que tiene valor en nosotros, y por otra, es el núcleo de toda nuestra podredumbre. Deshacerse de la importancia personal requiere de una obra maestra de estrategia. Los chamanes de todas las épocas han conferido las más altas alabanzas a quienes lo han logrado.
Para poder seguir en el camino del conocimiento uno tiene que ser muy imaginativo. Todo está oscuro en el camino del conocimiento y la claridad cuesta muchísimo trabajo y muchísima imaginación.
Los chamanes hacen inventarios estratégicos. Hacen listas de sus actividades y sus intereses, y luego deciden cuáles de ellos pueden cambiarse para, de ese modo, dar un descanso a su gasto de energía. El inventario estratégico de los chamanes sólo abarca patrones de comportamiento que no son esenciales para nuestra supervivencia y nuestro bienestar.
En los inventarios estratégicos de los chamanes, la importancia personal figura como la actividad que consume la mayor cantidad de energía, y por eso se esfuerzan en erradicarla. Una de las primeras ocupaciones de los chamanes es liberar esa energía para enfrentarse con ella a lo desconocido. La acción de recanalizar esa energía es la impecabilidad.
La estrategia más efectiva consiste en seis elementos que tienen influencia recíproca. Cinco de ellos se llaman los atributos del ser guerrero: control, disciplina, refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el intento. Estos cinco elementos pertenecen al mundo privado del guerrero que lucha por perder la importancia personal. El sexto elemento, que es quizás el más importante de todos, pertenece al mundo exterior y se llama pinche tirano.

Un pinche tirano es un torturador. Alguien que tiene el poder de acabar con un guerrero, o alguien que simplemente le hace la vida imposible. Los chamanes hicieron clasificaciones para denominar, lo que según ellos, eran las diferentes clases de tiranos que un guerrero puede encontrarse en su camino. Encabezaron la clasificación con la fuente primaria de energía, el único y supremo monarca en el universo, y le llamaron simplemente el tirano. Naturalmente, encontraron que los demás déspotas y autoritarios quedaban infinitamente por debajo de la categoría de tirano. Comparados con la fuente de todo, los hombres más temibles son bufones y, por lo tanto, se les clasificaron como pinches tiranos.
La segunda categoría consiste en algo menor y lo llamaron los pinches tiranitos; personas que hostigan e infligen injurias, pero sin causar de hecho la muerte de nadie. A la tercera categoría le llamaron los repinches tiranitos o los pinches tiranitos chiquitos, y en ella pusieron a las personas que sólo son exasperantes y molestas a más no poder. La categoría de los pinches tiranitos fue dividida en cuatro más. Una, compuesta por aquellos que atormentan con brutalidad y violencia. Otra, por aquellos que lo hacen creando insoportable aprensión. Otra, por aquellos que oprimen con tristeza. Y la última, por esos que atormentan haciendo enfurecer.

Una vez puesta en juego la estrategia de un guerrero es muy eficaz e ingeniosa la técnica de usar un pinche tirano, porque no sólo se elimina la importancia personal, sino porque también le prepara para entender que la impecabilidad es lo único que cuenta en el camino del conocimiento.
La estrategia es una maniobra en la cual el pinche tirano es como la cúspide de una montaña y los atributos de ser guerrero son como enredaderas que trepan hasta la cima. Generalmente sólo se usan los primeros cuatro atributos. El quinto, el intento, se reserva para la última confrontación. El intento pertenece a otra esfera, la esfera de lo desconocido. Los otros cuatro pertenecen a lo conocido, exactamente donde se encuentran aposentados los pinches tiranos. De hecho, lo que convierte a los seres humanos en pinches tiranos es precisamente el obsesivo manejo de lo conocido.

Cuatro atributos es todo lo que se necesita para tratar con los peores pinches tiranos. El guerrero que se topa con un pinche tirano es un guerrero afortunado y si no tienen la suerte de encontrar a uno en su camino, tienen que salir a buscarlo.

Uno de los grandes logros de los guerreros de la época colonial, fue el esquema al que llamaron la progresión de tres vueltas. Los chamanes, al entender la naturaleza de hombre, llegaron a la conclusión innegable de que si uno se las puede ver con los pinches tiranos, uno ciertamente puede enfrentarse a lo desconocido sin peligro y, luego incluso, uno puede sobrevivir a la presencia de lo que no se puede conocer.
La reacción del hombre común y corriente es pensar que debería invertirse ese orden. Es natural creer que un guerrero que puede enfrentar lo desconocido, puede, por cierto, hacer cara a cualquier pinche tirano, pero no es así. Lo que destruyó a los soberbios chamanes de la antigüedad fue esa suposición. Ahora sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un guerrero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Sólo bajo esas circunstancias pueden los chamanes adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a lo que no se puede conocer.

Hay cuatro pasos en el camino del conocimiento. El primero es el paso que dan los seres humanos comunes y corrientes al convertirse en aprendices. Al momento que los aprendices cambian sus ideas acerca de sí mismos y acerca del mundo que les rodea, dan el segundo paso y se convierten en guerreros, es decir, en seres capaces de la máxima disciplina y control sobre sí mismos. El tercer paso, que dan los guerreros, después de adquirir refinamientos y la habilidad de escoger el momento oportuno, es convertirse en hombres de conocimiento. Cuando los hombres de conocimiento aprenden a ver, han dado el cuarto paso y se han convertido en videntes.

La idea de usar un pinche tirano no es sólo para perfeccionar el espíritu, sino también para la felicidad y el gozo del guerrero. El error de cualquier persona que se enfrenta a un pinche tirano es no tener una estrategia en la que apoyarse; el defecto fatal es tomar demasiado en serio los sentimientos propios, así como las acciones de los pinches tiranos. Un guerrero, por otra parte, no sólo tiene una estrategia bien pensada, sino que está también libre de la importancia personal. Lo que acaba con su importancia personal es haber comprendido que la realidad es una interpretación que hacemos.

Se puede derrotar a los pinches tiranos usando solamente la convicción de que los pinches tiranos se toman mortalmente en serio, mientras que un guerrero no.
El afinar el espíritu cuando alguien lo aguijonea se llama control. Reunir la información necesaria sobre la fortaleza y las debilidades de un pinche tirano mientras te golpean, se llama disciplina. El perfecto pinche tirano no tiene ninguna característica redentora. El refrenamiento es esperar con paciencia, sin prisas, sin angustia, es una sencilla y gozosa retención del pago que tiene que llegar. El gran regocijo de un guerrero es saber que está esperando y que sabe qué es lo que espera.

La estrategia incluye acosar sistemáticamente al pinche tirano escudándose tras un orden superior. La habilidad de escoger el momento oportuno es una cualidad abstracta que pone en libertad todo lo que estaba retenido. Control, disciplina y refrenamiento son como un dique tras el cual todo está estancado. La habilidad de escoger el momento oportuno es la compuerta del dique. Refrenamiento significa retener con el espíritu algo que el guerrero sabe que justamente debe cumplirse. No significa que el guerrero ande por ahí pensando en hacerle mal a alguien, o planeando como vengarse y saldar cuentas. El refrenamiento es algo independiente. Mientras el guerrero tenga control, disciplina y la habilidad de escoger el momento oportuno, el refrenamiento asegura que recibirá su completo merecido quienquiera que se lo haya ganado.


Susurros del Nagual

jueves, 11 de junio de 2009

El Arte del Acecho I

El "Arte del Acecho" consiste en acecharlo todo, empezando por uno mismo. Un "acechador" impecable lo convierte todo en presa, y en su intento hace posible acechar sus propias debilidades.
Para "acechar" las propias debilidades, descifras tus costumbres hasta conocer todas las consecuencias de tu debilidad y te abalanzas sobre ellas para desecharlas una por una de tu hacer cotidiano.

Todo hábito es en esencia un "hacer"; y un "hacer" requiere todas sus partes para funcionar. Si una de ellas falta, el "hacer" resulta imposible. Una costumbre requiere todas sus acciones componentes para constituir una actividad vital.

A los seres humanos les encanta que se les diga lo que deben hacer, pero les gusta mucho más resistirse a hacerlo, de modo que llegan a aborrecer a quien les ha aconsejado.

"Acechar" las propias debilidades no implica estrictamente el deshacerse de ellas. Puedes estar "acechándolas" toda tu vida sin que pase nada. Por eso no se puede precisar lo que se debe hacer. En realidad, lo que un guerrero necesita para ser un acechador impecable es tener un propósito.

Los cambios sufridos por un guerrero son excesivamente drásticos y definitivos.
La forma humana se alimenta de sentimientos como la tristeza, la ira, la debilidad.

Es necesario abandonar la forma humana. Esto no es crueldad. Sencillamente es no identificarse con los sentimientos humanos. Esto es aceptar tu destino como guerrero. Todo es igual, sólo existe el propósito.

Cuando un guerrero acepta su destino se enfrenta, a lo que sea, sin miedo y sin odio. Al final triunfa el mejor, quedándose con todo; y si fracasa debe sentirse feliz y desear su bien. Sólo un guerrero puede sentir este tipo de felicidad. Un guerrero no puede abandonarse a sus sentimientos. Debe aceptar su destino.


miércoles, 10 de junio de 2009

Los Temperamentos Masculinos

Existen cuatro tipos de temperamentos masculinos.

- El primer tipo es el hombre que conoce, el erudito; un hombre confiable, noble, sereno, enteramente dedicado a llevar a cabo su tarea, cualquiera que ésta fuera.

- El segundo tipo es el hombre de acción, sumamente volátil, un gran compañero, voluble y lleno de humor.

- El tercer tipo es el organizador, el socio anónimo, el hombre misterioso, desconocido. Nada puede decirse de él porque no deja que nada de él se escape.

- El propio es el cuarto tipo. Es el asistente, un hombre sombrío y taciturno que logra mucho si se le dirige adecuadamente pero que no puede actuar por sí mismo.

El erudito tiene una especie de hendidura superficial, una brillante depresión en el plexo solar. En algunos hombres aparece como un estanque de intensa luminosidad, a veces tersa y reluciente como un espejo que no refleja.

El hombre de acción tiene unas fibras que emanan del área de la voluntad. El número de fibras varía de una a cinco, y su grosor fluctúa desde un cordel hasta un macizo tentáculo parecido a un látigo de más de dos metros. Algunos hombres tienen hasta tres de estas fibras desarrolladas al punto de ser tentáculos.

Al socio anónimo no se le reconoce por ningún rasgo exclusivo sino por su habilidad de crear, muy involuntariamente, un estallido de poder que bloquea con efectividad la atención de los videntes. Cuando están en presencia de este tipo de hombre, los videntes se descubren inmersos en detalles externos en vez de ver.

El asistente no tiene configuración obvia. Ante el vidente aparece como un brillo diáfano en un cascarón de luminosidad sin imperfecciones.

Categorías de la Personalidad

lunes, 25 de mayo de 2009

La Dualidad de la Percepción

Quiero llamar, de nuevo, la atención sobre dos términos que, aparentemente, se oponen entre sí y, a la vez, se complementan.

No se concibe la vida sin la muerte; nacemos para morir... Después de algún tiempo más o menos largo, según sea el caso, lo que sí es seguro es que al final, todos moriremos. Esto es lo que creemos. Es lo que vemos. ¿Quién no ha tenido la dolorosa experiencia de ver morir a alguien a quien quería? ¿Algún amigo, familiar, compañero de trabajo, conocido, etc.?
Desde siempre, que yo recuerde, se nos ha educado y aleccionado en la creencia, por otra parte terrible, de que tarde o temprano moriremos. ¿Qué esperanza nos da eso?
Mi sugerencia es una reflexión sobre la inevitabilidad de la muerte.
¿Cuántos de vosotros os la habéis cuestionado?

Últimamente se está popularizando, aún más si cabe, la idea de que la muerte no sólo es inevitable y sin duda nos ocurrirá a todos, sino además es, incluso, deseable, como una liberación de las cadenas de la materia, ya que la vida aquí es sólo un paso, una transición; y yo pregunto: ¿Será esta la guía que crea la falta de interés por nuestra amada Madre Tierra y todas las criaturas que hay en ella, incluido el mismo ser humano?
También nos extrañamos y hasta ponemos "el grito en el cielo" cuando nos llegan noticias de suicidios colectivos de personas que creían iban a salvarse, por no hablar de ser rescatados.

Quizá podamos plantearnos todas estas cuestiones, y otras, relacionadas con la vida y la muerte; si primero somos capaces de ir más allá del miedo inicial y esperar una callada respuesta desde el fondo del corazón con la honestidad y la inocencia de un niño; o tal vez preguntar a los niños. Pues como ya dijo el Maestro Jesús hace ya más de dos mil años: "Sed como niños". Por cierto, Jesús es uno de "esos" que desafió a la muerte... y la venció. También fueron suyas las palabras: "Todo lo que yo he hecho, vosotros lo podéis hacer... y más".

Para terminar, una información. Sólo por el hecho de cuestionar la inevitabilidad de la muerte, os encontraréis con demasiada gente decidida a defender con uñas y dientes su veracidad e incluso tratarán de burlarse y otras cosas que iréis descubriendo. ¡Qué paradoja! Después de todo, este mundo se sustenta en la creencia de que todo lo que nace ha de morir. Ojalá que este pensamiento no termine por matar, también, la Tierra que nos cobija y nos alimenta, ni el aire que nos da la vida.


Centro Fénix México




sábado, 11 de abril de 2009

El Gran Saber





Si existiera rectitud en el corazón,
habría belleza en el carácter.

Si hubiera belleza en el carácter,
existiría armonía en el hogar.

Si hubiera armonía en el hogar,
existiría orden en la nación.

Si hubiera orden en la nación,
habría paz en el mundo.


Confucio




Practica Tensegridad