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sábado, 3 de enero de 2015

La Personalidad en Funcion de la Energia

Hay energía en todos los procesos de la vida –en el movimiento, en el sentimiento y en el pensamiento− pero estos procesos pueden interrumpirse si falta al organismo el suministro de energía. Así, por ejemplo, la carencia de alimento agotaría tan gravemente la energía del organismo, que se produciría la muerte; e, igualmente, suprimir el oxígeno necesario obstaculizando la respiración podría ocasionar la muerte al individuo.

Un fuego corriente se apaga cuando se acaba el combustible que lo mantiene; además arde indiscriminadamente, sin reparar en la energía liberada por la combustión. El organismo viviente es, por el contrario, un fuego independiente, autorregulador y perpetuador de sí mismo. Sigue constituyendo el gran misterio cómo se desarrolla este milagro de arder sin encenderse ni agotarse. No somos capaces todavía de dilucidar este enigma, pero es muy importante procurar entender algunos de los factores que intervienen en el fenómeno, porque todos queremos mantener constante y brillantemente encendida la llama de la vida dentro de nosotros.

No estamos acostumbrados a pensar en la personalidad en función de la energía, pero son dos valores que no pueden disociarse. La cantidad de energía que tenga el individuo y la forma en que la use determina su personalidad y se refleja en ella. Unos tienen más energía que otros. Una persona impulsiva, por ejemplo, no puede recibir en su nivel de excitación o energía ningún aumento: tiene que descargar el exceso lo más rápidamente posible. El individuo compulsivo usa su energía de modo distinto: tiene que descargar su excitación, pero lo hace según patrones de movimiento y conducta rígidamente estructurados.

La relación de la energía con la personalidad se manifiesta más claramente en una persona deprimida. Aunque la reacción y la tendencia depresiva derivan de la interacción de factores psicológicos y físicos complicados, hay algo perfectamente claro. El individuo deprimido lo está también en su energía. Los estudios filmados muestran que solo realiza la mitad aproximadamente de los movimientos espontáneos que efectúa el individuo no deprimido. Si el caso es grave, puede quedarse sentado inmóvil, apenas realizando movimiento alguno, como si no tuviese energía para obrar. Su estado subjetivo responde muchas veces a esta imagen objetiva. Generalmente cree que le falta energía para seguir moviéndose. Acaso se lamente de sentirse sin fuerzas, aunque no está cansado. La depresión de su nivel de energía se observa en la disminución de todas sus funciones energéticas. Su respiración está deprimida, su apetito está deprimido, su ímpetu sexual está deprimido. En tal estado quizás no pudiese reaccionar a nuestras exhortaciones de interesarse por algo: literalmente, “no tiene la energía” necesaria para sentir interés por nada.
La manera más inmediata de ayudar a estas personas a recuperar su energía es aumentar su toma de oxígeno. Es decir, hacerles respirar más profunda y plenamente. Hay diversas formas de ayudar a una persona a movilizar su respiración y partiendo del supuesto de que el individuo no puede hacerlo por sí mismo, eso significa que quien le ayude ha de poner en juego “su propia energía” para hacerle entrar a la persona deprimida en actividad. Esto requiere dirigirlo a realizar bajo nuestras indicaciones ciertas actividades sencillas que poco a poco dan profundidad a su respiración, y practicarle presiones y tactos físicos para estimularla. Lo importante es que, al reactivarse la respiración del individuo, su nivel de energía se eleva. Cuando llega a cargarse, puede producirse en sus piernas un suave temblor o vibración involuntaria. Esto se interpreta como señal de que circula por su cuerpo cierta corriente de excitación, especialmente en la parte inferior. Su voz puede hacerse más sonora, porque es mayor la cantidad de aire que fluye a través de su laringe, y el rostro puede tornársele radiante. Quizás no se necesiten más de veinte o treinta minutos para lograr esta mutación y para que la persona se sienta “revitalizada”. En efecto, ha salido temporalmente de su estado depresivo.

Aunque se observa inmediatamente y se experimenta enseguida el resultado de la respiración más profunda y plena, no es la cura de la condición depresiva. Ni dura su efecto, puesto que la persona no es capaz de mantener espontáneamente esta cualidad profunda de la respiración. En dicha incapacidad radica el problema de la depresión, que no puede resolverse sino por medio de un análisis concienzudo de todos los factores que han contribuido al decaimiento del cuerpo y a la personalidad deprimida. Pero tampoco el análisis valdrá gran cosa si no va acompañado de un esfuerzo asiduo por elevar el nivel de la energía personal, cargando el cuerpo energéticamente.

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